Por: Kelly Juleson, Copresidenta de la Asociación
Truco o trato es un rito de iniciación para muchos jóvenes de Connecticut.
Era una de mis noches favoritas del año a "finales de 1900", como se refieren a ella los Gen Z-ers.
Recuerdo el Halloween especialmente frío de 1992 en el que mi madre me hizo llevar mi chaqueta de INVIERNO sobre mi disfraz de Blancanieves (¡qué indignación!) o el año que fui de mesa de picnic mientras mi mejor amiga era una criada francesa.....
También recuerdo a mis padres revisando mis caramelos para asegurarse de que no estaban envenenados o contenían una navaja.
Lo que entonces me parecía totalmente irracional, ahora tiene mucho sentido. Y, curiosamente, parece que se ha convertido en un recuerdo fundamental.
Mientras me preparo para salir con mi Nadadora Zombie y mi Bailarina Zombie esta noche, seguiré el camino de mis padres y comprobaré dos veces todo lo que mis hijas traen a casa y, más que comprobar... hablaré con mis hijas sobre los peligros de coger cosas cuando no estamos seguros de lo que son.
¿Para qué los compruebo?
Lo más aterrador sería decir que estoy buscando fentanilo arco iris metido en paquetes de Skittles, pero sinceramente, eso parece poco probable.
Compruebo si hay envases abiertos o si se trata de golosinas caseras bienintencionadas... porque no sabemos lo que pueden contener. También voy a asegurarme de que nuestros Milky Ways no sean en realidad Space Bars, un tipo de comestible con THC.
Pero más que nada, voy a hablar con mis hijas sobre por qué estoy rebuscando entre sus caramelos (aparte de intentar coger los Milk Duds para mí).
Se trata de un momento didáctico fácil y sin presiones sobre los peligros de coger cosas que no estamos seguros de qué son y de que lo que creemos que contiene un determinado envase puede ser totalmente distinto.
La semana pasada, mi hija de preescolar se bajó del autobús escolar comiéndose una bolsa de aperitivos de fruta que no eran suyos. Esto nos brindó la oportunidad de tener una conversación sobre comer (o tomar) cosas que no estamos seguros de dónde vienen o qué contienen. La etiqueta de estos snacks no me resultaba familiar, así que sugerí que los dejáramos a un lado y compráramos otros cuando llegáramos a casa.
También es un buen momento para hablar de cómo las cosas que nos hacen sentir bien también pueden hacernos sentir muy, muy mal si tenemos demasiado.
Hablar de opciones saludables para nuestro cuerpo a una edad temprana puede ayudar a la transición a conversaciones más directas sobre los peligros del consumo de drogas y alcohol a medida que sus hijos crecen. Para obtener más consejos de conversación, visite PreventionCT.org.
No intento crear un mundo de miedo para mis hijas, sino uno en el que exista un sano escepticismo por las cosas que se meten en el cuerpo y su procedencia.
Mientras tanto, ¡no dejes que esto te asuste!